Diseña un sitio como este con WordPress.com
Comenzar

DESPEDIDA (por Manuela Sánchez)

Después de tanto tiempo llegó el día de la despedida.
Entrar nuevamente por esa puerta, que al abrirse rechina como queriendo hablar y soltar las verdades que dentro se vivieron, de contar los secretos que se ocultan tras esas paredes, las sonrisas cómplices, las carcajadas de noches de domingo mientras hacíamos las charadas y los llantos que no podíamos contener mientras hablabamos cuando finalmente decidimos pasar la página.
Una página que en parte estaba manchada de dolores y errores que era mejor no recordar, de engaños y traiciones que aunque decíamos perdonar, era solo de la boca para afuera, porque en el fondo eso no se olvida, el perdón, debe ser más que solo decirlo, más allá de eso verdaderamente sentirlo y en nuestro caso no fue así.
Dentro de la casa está todo igual, no falta nada, como si todo hubiese sido ayer, tu chaqueta colgada en la entrada y los zapatos debajo, donde siempre los dejabas al entra; las fotos de cuando éramos novios, las del perro en el parque jugando, que decíamos, como no podíamos tener hijos, que él lo era, hasta que desapareció de nuestras vidas misteriosamente.
Me siento en la alfombra contemplando del lado izquierdo de la chimenea, la mancha de sangre que dejaste al decidir quitarte la vida, como siempre egoísta, no pensaste en nada más sino en lo que tu sentías, en que ya no aguantabas más y simplemente dejaste de vivir, esa no era la solución. Pensé que tu carácter forjado era más fuerte y te hacía ser más íntegro, jamás imaginé que acabarías así.
Es mejor empacar las cosas y sacarlas de aquí, quizá sea una buena casa para alguien más, alguien que pueda llenarla de amor como lo hicimos la principio.
Tu ropa aún tiene tu aroma, a pesar de la distancia ese abrazo que no se pudo dar en mucho tiempo es dado a esa ropa, con lágrimas rodando por las mejillas, porque al final, a pesar de las circunstancias, tú lo fuiste todo para mí.
En tu mesa de noche aún están tu reloj y tu celular, eso será mejor desecharlo quien más podría usarlo como lo hacías tú, con porte y elegancia, mirando la hora de reojo en las reuniones para hacerme la señal de costumbre avisando que era hora de volver a casa a hacer travesuras en lugar de estar ahí aburridos con gente hipócrita, con esos gestos pícaros que nos hacían cómplices y que nadie más entendía.
Dentro de la gaveta muchos papeles que quizá no valga la pena leer, facturas de restaurantes y correo leído, parte de una historia que jamás olvidaré y que me ha marcado de por vida. En medio de todos esos papeles puedo ver uno de color azul que me llama la atención, una factura de la clínica general con exámenes que no son de rutina, es mejor que siga buscando…
Después de media hora de revisar los papeles, de botar cosas inútiles y que para mí no tenían ningún sentido, finalmente doy con eso que quería encontrar, una enfermedad terminal que se estaba llevando tu vida, pudo más con tu psiquis que con tu cuerpo, tú siendo un hombre joven, ágil, que siempre se ejercitaba y tenía buen porte, no podía ver cómo se degeneraba de a poco, así que preferiste un disparo certero en la boca, una vez más la cobardía pudo más que la razón, huir siempre fue lo más fácil para tí.
Un adiós, una canción, una despedida que jamás llegó y que me tocó hacer en silencio, frente a la mancha dejada cerca de la chimenea, porque tu voz se extinguió en una melodía ahogada que solo sonaba para tí.

Siete destinos: Emma por Diego Diz

Un libro de fantasía perfecto para las mentes juveniles de hoy.
Emma es una joven universitaria con pocos amigos y una vida monótona, no se siente parte del universo que la rodea. Pero todo cambiará cuando, a través de un sueño, se revele un mensaje que la encaminará por senderos impensables.
Nuevos mundos, amistades sinceras, aventura, peligro y audacia acompañarán este desconocido y misterioso destino que, poco a poco, revelará un secreto hasta ahora oculto. Emma conocerá la magia que habita dentro de ella y sus amigos, y juntos formarán lazos que van más allá de este plano. Siete personajes con siete destinos por descubrir.

#Novela #Fantasía

Lee mucho y de todo

Leer te va a servir para estudiar la escritura de otros: estudiar diferentes géneros, ver otros estilos, los elementos que usan otros autores, las tramas más comunes, las ideas que mejor funcionan…

Soy escritora de fantasía, pero, por ejemplo, leyendo poesía he aprendido mucho sobre la utilización de figuras literarias. Cualquier género es bueno y está bien que los explores todos (o la mayoría).

Además, leer te va a permitir adquirir nuevo vocabulario (ten un diccionario cerca para buscar palabras que no conozcas, anota frases y palabras que te gusten…) y también es la mejor forma de aprender a escribir (cómo se monta una escena de batalla, cómo crear tensión sexual, cómo crear angustia al lector, cómo encontrar tu voz de escritor…) otros escritores ya lo han hecho, fíjate en ellos.

Por si fuera poco, ¡leer es un disparador de la creatividad! Olvídate de esperar a esas musas tan infieles que siempre te abandonan.

Letter Hunter

Ahora estás a salvo -dice al ver que mis lágrimas no cesan- ya nunca volverá a hacerte daño.
Lo observo con odio en la mirada, con el mayor rencor que soy capaz de engendrar. Todo. Toda mi ira. Todo mi dolor. Todas mis penas las conduzco hacia él en un último grito de dolor.
– Tú. Tú que piensas que me has salvado. Tú que crees que me has librado de esa prisión en la que me veías recluida. Tú tan príncipe que por fin había encontrado su doncella en apuros. No sabes cuánto te odio – me mira estupefacto, pero yo ya no puedo parar- me has arrebatado todo lo que conocía y amaba. ¿Quién te engañó diciéndote que yo era su prisionera? ¿Quién te dijo que él era el malo de esta historia? ¡DIME QUIÉN TE PIDIÓ QUE ME RESCATASES! ¡YO ERA FELIZ CON ÉL!
Él… él fue el único que me dio calor cuando el mundo entero me abandonó. Él fue quien me acompañó cada noche, quien se sentaba a leer conmigo hasta que la luz de la vela exhalaba su último suspiro. Mis años se fueron junto a él y con ellos vinieron los sentimientos, de esos que nadie sintió por mí antes. ¡YO LO AMABA! ¿Acaso entiendes el significado de amar? ¿Acaso has amado verdaderamente antes? Solo eres una imitación de caballero aferrado a la idea de rescatar a alguien y así, sin más, ser amado. Pero yo no era la princesa en apuros, yo era la mujer que había encontrado su final feliz junto al malo de la historia, porque si te cuento un secreto, él nunca fue malvado, en realidad, él… fue mi salvador. Y por ello, por todo lo que me has quitado, te odiaré hasta que mueras, hasta que el último aliento te abandone para siempre, y así, esta maldición caerá sobre cada uno de tus hijos. No seré más la princesa, ahora soy la bruja de esta historia, ahora soy a quien debes temer, corre y vive, pero no por mucho tiempo. Algún día, nos volveremos a ver.

El Gran Amor (por Nilsen Lares)

Hoy quiero presentarles a otra colaboradora, gran amiga de hace muchos años y quien recientemente descubrió sus grandes capacidades como escritora Novel, mi estimada Nilsen Lares, con este relato «El Gran Amor» Se estrena en el blog. Bienvenida y gracias por tus aportes que son maravillosos.

El gran amor.
-Nilsen Lares

En esos tiempos de amores de la juventud, Paula, en su adolescencia, comenzó su primera relación de noviazgo, de esas relaciones más puras e inocentes que vivimos una vez en la vida, de esas historias del primer amor, cuando se entrega todo el corazón, en tiempos fugaces. Conoció su verdadero amor muy temprano, el universo los hizo coincidir cuando la madurez brillaba por su ausencia, ellos se conocieron desde niños, porque sus padres eran amigos. En todo viaje de paseo, idas al club, o a una fiesta, se veían. Crecieron y se dio el desenlace de esa historia de amor…

Una tarde, Paula me escribe por el chat para encontrarnos en un café de Las Mercedes, en Caracas porque estaba en Venezuela, en mi país por unos días, fuí a hacer unos trámites de venta de las propiedades de mis padres que viven en Madrid, por ser su apoderada legal y por cuestiones de la edad ellos no quisieron hacer ese papeleo, me aproveché de la situación para tener una excusa para viajar a Venezuela. Pau, me escribe para invitarme a un encuentro de amigas. Salí desde Macaracuay hasta el lugar acordado para vernos después de tanto tiempo y tomarnos un café, entre charlas y recuerdos, se acerca el mesonero y le pedí un latte vainilla y ella un skinny caramel macchiato, al que le agregó jarabe de amaretto, su preferido.

Teníamos muchos años sin vernos, imagínate, Paula es amiga mía desde que teníamos siete años, pasados treinta años nos reencontramos. Mi Pau y yo estudiamos desde primaría hasta la universidad, cursamos la misma carrera, nos graduamos de Médico Cirujano en la Universidad Central de Venezuela, por como se mueve la vida y eso del destino, yo me enamoré de un Inglés que conocí en Mérida, en ese viaje que hice por los páramos de mi tierra, fue la mejor oportunidad que se me presentó por haber tomado la iniciativa de darme un viaje sola, para encontrarme conmigo misma, estaba pasando por tiempos difíciles. Mi mayor sorpresa es que conocí a Felipe. ¿Quién no se iba a enamorar entre esos paisajes? Unas montañas llenas de frailejones, escarchadas por los destellos de nieve, un fenómeno natural que ocurriría para esa época del año, con bebida de chocolate caliente en mano, arepas andinas y truchas que pescaba mi Inglés en los espacios habilitados para la truchicultura. Desde mi pensamiento lo admiraba; recuerdo que le encantó la chicha fermentada y el miche. Entre tantas cosas, la amabilidad de los merideños lo tenían más enamorado de Venezuela que de mí.

Ese viaje se llenó de paseos en motos de cuatro ruedas, a caballo, vestidos con ruanas, viajes al teleférico y a los picos, y de aquella magia que surgió entre nosotros.

Nos enamoramos, y me fuí a vivir a Inglaterra con él, pero nunca me logré desarraigar de mi terruño. Mantuve el contacto con mi familia a quienes día tras día extrañé con locura y también lo mantuve con mis amistades que se vuelvieron familia. Me hacían tanta falta en ese proceso de adaptación a la cultura europea, los ingleses eran un poco distantes para crear amistades con extraños. Entre esas, a quien más extrañé era a mi Pau, mi amiga y hermana de vida. Por cuestiones de trabajo y responsabilidades no pude volver a mi país, sino hasta ahora.

Estando en el café, comenzamos a conversar y a contarnos de lo que hemos hecho con nuestras vidas, lo mío fue un cuento breve, realmente mi historia era monótona y cuadrada, pero feliz y muy bonita; viviendo mi matrimonio con un hombre responsable, estable económicamente, amoroso, dulce, atento, amable, cariñoso, respetuoso y complaciente de todos mis caprichos.¿Qué más podía pedirle a la vida?

Pedimos unas copas de vino, yo pedí cabernet, y ella tempranillo, nos pusimos al día, mi amiga estaba en proceso de divorcio, -su tercer divorcio-, en temas del amor no funcionaba. Los médicos tienen un transitar profesional muy entregado a sus pacientes más que a cualquier otro ámbito, y eso hacía que sus relaciones fueran fallidas. ¡Sabes, cuestiones de prioridad! Su vida la dedicó de hospital en hospital, de guardia en guardia, no tenía tiempo suficiente para amar a una pareja, pero si para amar a su vocación. Entramos en una conversación más del pasado, que del presente o del futuro. ¡Claro! Era el tiempo que compartimos juntas ¿Qué otra cosa íbamos a recordar?

Le dije: Pauuu, aquí repasando lo que recuerdo de nuestras vivencias, y de lo que me cuentas de tu fracaso en tu vida de pareja, viene a mi mente cuando te hiciste novia de Emilio Antonio. ¡Él si que te amaba, estaba realmente enamorado!

¡Qué buena memoria tienes! Le dice Vero, ¿y Emilio? le pregunta: ¿Por qué decidiste dejarlo? Ella respondió: Emilio Antonio tenía solo dieciocho años cuando terminamos nuestra relación, en ese entonces apenas mi carrera de medicina estaba comenzando, tú más que nadie sabes el esfuerzo y el tiempo que dedicamos a la universidad, él se fue a estudiar hotelería a la Isla de Margarita, eso terminó no porque nosotros quisimos sino por razones de estudio, y él siempre me culpó de ese fracaso. Amiga, Emi y yo aún mantenemos contacto, se fue a vivir a República Dominicana donde gerencia una cadena de hoteles. Él es impredecible, porque me escribió en el dos mil doce, solo para enviarme una canción que me dedicó cuando tenía dieciséis años, después se lo tragó la tierra hasta el dos mil dieciocho que me volvió escribir estando ebrio, me decía: Pau, me acuerdo cada instante lo que he vivido desde que estoy sin tí, me acuerdo de nuestros primeros besos los más tiernos que he recibido, esos que se convirtieron en fuego para llevarnos a la intimidad. Me acuerdo aquella primera vez que hicimos el amor, nos escapamos y nos fuimos a la cancha, ¿Recuerdas el césped debajo de las gradas y con el cielo estrellado?, tú temblando de miedo por perder tu inocencia, y yo también, me acuerdo que también fue mi primera vez, no te lo dije por eso de que los hombres nunca hablan de su primera vez. Me acuerdo que lloraste, y me abrazaste, me acuerdo que te prometí que nunca te dejaría, me acuerdo que te juré estar contigo siempre, me acuerdo que me dijiste que confiarías en mí, me acuerdo que quería cuidarte, me acuerdo que eras mi princesa, me acuerdo que te regalé la luna tantas veces y otras unas estrellas, me acuerdo de tu ombligo adolescente, me acuerdo que fuiste tú quien decidió ya no más, me acuerdo que han pasado décadas de no volverte a ver, me acuerdo que si fuera por mí, tú hoy estarías a mi lado, me acuerdo que no puedo olvidarte, me acuerdo que te lloré un río, me acuerdo que me dolió tu ausencia, me acuerdo mi despecho, me acuerdo que no te importó, me acuerdo que aún así te amé y te sigo amando, me acuerdo verte casar con otro, me acuerdo verte divorciar, me acuerdo que también me casé y también me divorcié, me acuerdo que tú no eres para nadie más, porque somos uno del otro, me acuerdo que la vida nos va a volver a encontrar, en esta o en la otra, pero me acuerdo, me acuerdo de tí, tú mi gran amor.

Verónica lloró con Paula, las copas de vino estaban surtiendo efecto, y tomó su teléfono y le escribió después de cuatro años sin saber de él, se basó en aquella confesión donde Emilio desnudó su silencio.

Ni lo saludó, solo le envío una canción que ella le dedicó en aquel tiempo de amores, y le siguió el hilo del último chat que habían tenido; me acuerdo de tu sonrisa pícara, me acuerdo de tus abrazos calentitos, me acuerdo de tus serenatas por el balcón, me acuerdo de tu ronca voz, me acuerdo de nuestras promesas, me acuerdo que fuí una tonta niña al dejarte ir, me acuerdo de tus detalles, me acuerdo de tu atención, me acuerdo de tu caballerosidad, me acuerdo de tu aliento, me acuerdo de tu perfume, me acuerdo que he pagado caro tu ausencia desde que ya no estás, me acuerdo que nadie es como tú, me acuerdo que un amor así es irrepetible, me acuerdo que por la inmadurez te perdí, pero me acuerdo que me dijiste que siempre estarías para mí. -¡Aquí estoy!-

Se hizo tarde… pagamos la cuenta, las dos teníamos que conducir nuestros autos y no queríamos pasarnos de tragos, nos despedimos hasta nuevo aviso, yo tenía que ir de vuelta a Inglaterra y ella se quedó esperando la respuesta de Emilio…

Pasados tres meses y sentada aquí en mi sofá, me acuerdo que él una vez me dijo que Paula sería su eterno gran amor y que la buscaría tarde o temprano, que todo lleva su tiempo, que después del sufrimiento llegaría el momento de estar juntos y ser felices, me acuerdo, eso me acuerdo…

Noche Oscura en Regresión (por Manuela Sánchez)

Recordando una de las primeras historias en escribir, publicada en el blog en sus inicios, vale la pena volver a compartir, verán como ha sido la evolución de la escritura aunque siempre con la misma esencia

Miro por la ventana las estrellas, dentro de mí estalla un rugido que no puedo contener, mis ojos demuestran lo que siento, ahí van brotando como cascadas.


Recuerdos vienen a mi memoria… ¿estás…? Solo aquí donde me siento atascado en lo profundo.


A pesar de mis días de claridad, las noches de oscuridad me consumen con pensamientos, ¿qué hubiese pasado si…? Me entrego a la negación, intentando borrar lo que yace en el inconsciente, que lo veo más consiente cada segundo que pasa.


Me siento de nuevo en lo profundo de aquella alcantarilla de donde he salido, el olor nauseabundo que emana de mi alrededor me lleva a ese momento donde todo comenzó y pensé que había acabado.


Un gato callejero se acerca a mi ventana, me observa y pienso: ¿será? Todo se resume a ese momento, volteo hacia otro lado, tratando de evitar su mirada que me pesa y me penetra hasta los tuétanos, haciendo que quiera sumergirme de nuevo en ellas…


Intento ahogar mis pensamientos en aguardiente, hasta que incluso mi propia transpiración expulsa ese olor, ahí vienen de nuevo…


Recuerdo claramente como me sumergía, cada segundo ellas me atrapaban: a veces eran polvo, a veces eran piedra, otras veces no eran nada y a la vez eran todo lo que poseía y anhelaba, pero que al despertar no había más, solo restos de porquería, botellas vacías, jeringas, pipas, orine y semen por todas partes…


Recuerdos vienen como visiones, y me llevan a ese momento donde todo acabó… donde al borde de mi vida perdí lo que mas quería, entre momentos de lucidez que se esfuman y de vuelos que me llevan al más allá, haciendo el mayor esfuerzo para regresar, para mantenerme aquí, para no ahogarme más.


Vuelvo a mirar por la ventana y el gato ya no está, ¿sería una visión nada más? Ese gato hediondo, flacucho y sarnoso; buscando alimento y atención, sumido en la miseria; tan parecido a mi yo del pasado

Radio Silence by Alice Oseman


Hola. Espero que alguien me esté escuchando. […] Nada es lo que parece en Universe City. No puedo decirte quién soy. Puedes llamarme… llámame Radio. Radio Silence. A fin de cuentas, no soy más que una voz en la radio, y quizá nadie me esté escuchando.

El tema central de Radio Silence no es otro que el estrés que la universidad provoca en los jóvenes (y los efectos que tiene en su salud mental), pero también cobran gran importancia las relaciones interpersonales y el uso de las nuevas tecnologías.

Define quién contará la historia

#SerUnEscritor

Antes de comenzar a escribir, debes tener claro quién contará la historia y cómo lo hará, es decir, necesitas definir el narrador (si será primera, segunda o tercera persona) y el tiempo (presente, pasado, futuro). Esto te ayudará a imaginar la perspectiva desde la cual se contarán las cosas, pues no es lo mismo utilizar un narrador protagonista, cuyo conocimiento se limita a lo que es capaz de ver, escuchar y experimentar, que valerse del conocimiento absoluto que ostenta el narrador omnisciente.

¿A qué nos referimos con el narrador? Es decir: ¿Qué responsabilidad asume? ¿Cómo se decide el escritor por un tipo u otro? ¿Para qué sirve?

Primero sus funciones: el narrador es el responsable de contar una historia, es el que organiza la información y decide cuánta y en qué momento se ofrece al lector; por lo tanto, decide también qué se oculta para ir generando la intriga. Determina el tono de la historia y el ritmo, organiza el tiempo del relato y establece en qué orden se cuentan los sucesos.

Aunque cuando hablamos del narrador en realidad hablamos de dos cosas distintas: la voz y la mirada. Quien narra, quien habla, no siempre es el que percibe, el que mira. La mirada es un aspecto del narrador.

Mieke Bal define la focalización como la perspectiva sensorial o ideológica desde la que se presenta a los personajes y los sucesos que se narran, que viene determinada por el espacio físico o psicológico desde el que se miran.

La focalización es el punto desde el que se observa. Puede corresponder a un personaje de la historia o estar fuera de la historia. Lo que permite una primera clasificación: contar desde dentro o contar desde fuera de la historia.

Llamamos narrador homodiegético al narrador cuya voz se nombra a sí misma, habla de sí misma y pertenece al mundo que narra, forma parte de él. Es un personaje de la historia quien se hace cargo de contarla. Habita el mundo que nos está mostrando. Homodiegéticos son los narradores que cuentan en primera persona.

La voz heretodiegética, en cambio, narra los acontecimientos desde fuera del mundo narrado, no se nombra a sí misma, cuenta la historia de otros. Son los narradores que cuentan en tercera persona.

Esta división, que presenta múltiples variantes, podemos simplificarla si la miramos desde la persona gramatical que usa el narrador para contar: Si cuenta desde dentro del mundo narrado usará el “yo”. Si cuenta desde fuera del mundo narrado, usará el “él” o el “ella”.

La voz y la mirada coincidirán en esos casos en que el narrador use el “yo”. En los casos en que el narrador cuente desde fuera de la historia, en que use “él” o “ella” para referirse a los otros, la mirada no corresponderá a la voz. La voz deberá elegir entre las miradas de la historia aquella desde la que contará la historia: la de un personaje, varios personajes, una mirada más omnisciente o la de una cámara que solo verá y oirá lo que en el mundo que narra ocurre.

Los narradores del yo, en primera persona, son los que cuentan desde dentro la historia que narran. Se refieren a sí mismos porque están allí.

Son tanto los narradores que cuentan su propia historia, los protagonistas de la historia que se cuenta, como los narradores que cuentan la historia de otro, como si fueran los testigos. Los narradores omniscientes, en tercera persona, son los que cuentan desde fuera la historia que narran.

Me gustaría saber, de tí, escritor (a) ¿cuál es el narrador que más utilizas en tus relatos, cual de ellos te hace sentir más cómodo al momento de escribir?

Brindemos

Brindemos
por el amor que perdimos,
por esas noches de insomnio
que me llegan desde que no estás…
Y que nublan mi camino.

Brindemos
por cada una de tus palabras,
esas que me decías antes de dormir
y que hoy recuerdo abrazada
a la almohada.

Brindemos en esta noche
pues el año se va terminando;
brindemos, porque no me queda más
que el recuerdo de un amor pasado.

Brindemos,
No importa que me pase de copas,
esta noche quiero dejar de pensarte
y dejar de encontrarte en cada sombra,
como ocurre desde que te marchaste.

Brindemos
por lo que no será,
por lo que construimos y se ha muerto.

Brindemos por lo que no volverá
y que hoy hunde en un gran desierto,
dónde el amor no vivirá más.

Poetisa Rosa

Apariencia que no engaña (por Lediher Armas, tomada del libro Troke)

Acudí a la oficina empleadora del Bufete para recoger el resultado de la entrevista de trabajo que sostuve tres días atrás. No perseguía otra cosa que obtener un puesto para desarrollar el mal talento de abo-
gado, labrado en siete años de estudio. Había culminado el curso dirigido de la universidad de Troke. Se ofrecía a
quien independientemente de trabajar, tenía deseos de pasar más trabajo en alcanzar alguna licenciatura superflua de
poco interés social. Los requisitos no eran simples. Recuerdo que en la boleta de inscripción exigían:
«Superar la tercera década de edad al momento de solicitar carrera». «Tener una hoja de servicios de más de diez años de trabajo infructuoso. «Prometer bajo declaración jurada no terminar los estudios en menos de siete años». «No tener grandes aspiraciones en la vida».
En Troke, los inteligentes eran relegados a la calle. La gobernanza territorial prohibía por decreto real, su admisión en centros de estudios bajo argumento de que, los inteli-
gentes hacían perder el tiempo al profesorado porque era elemental que no necesitaban estudios ni ayuda docente. La escuela se reservaba a los trokianos con un ínfimo coeficiente de inteligencia. Era aquella una oficina de renombre. Famosa por tener una plantilla envidiable de trokianos incompetentes y fracasados de reconocimiento público en las provincias aledañas. Me recibió una bella secretaria que apenas sabía expresarse y que, a conciencia, obvió rellenar el registro de visitantes porque la escritura no era su fuerte. Me adentró en una habitación contigua desprovista de adornos, con un mobiliario compuesto por una sola butaca en la que reposaba una señora de unos cuarenta años que asentaba, a un ritmo desesperantemente lento, los resultados de las entrevistas laborales en una libreta apoyada sobre el muslo derecho. Después de ubicarme en la lista de los “no admitidos”, marcó con una cruz y me extendió uno de los sobres que rellenaban el bolsillo de su camisa. Sin mirarme, hizo un ademán con la mano en señal de despido y se zambulló nuevamente en la lista de rechazados.
Al abrir el sobre ví que se me comunicaba que la empresa era filial de la universidad de Troke, que por decantación los
requisitos para ser integrante del Bufete guardaban similitud con los necesarios para iniciar carrera y que, para colmo
de infortunios, en mi palmarés obraba un señalamiento por haber aprobado el examen estatal de derecho en la primera
presentación.

UN VIAJE MARAVILLOSOCapitulo ICOMIENZA EL VIAJE

Del libro «letras de media noche» De Manuela Sánchez pueden adquirirlo en Amazon en el enlace https://a.co/d/5dlRPhB y seguir leyendo el resto de la historia


La peste llegó de pronto al pueblo, arrebatando la vida a cientos de personas en su suspiro, entre esas vidas, la de ella; nunca me imaginé que debía enfrentarme a esto. En soledad asumo que aquí ya no hay nada para mí, debo aventurarme para nuevos mundos a cumplir los sueños sembrados en mí.
Después de mis aterradoras experiencias previas y armándome nuevamente de valor, comienza mi viaje, un viaje a un destino desconocido, a un lugar lejano al cual no estoy seguro de cuándo llegaré.
Me embarqué en esta aventura a sabiendas que puedo encontrar muchos peligros, pero tambien que podría descubrir cosas maravillosas ustedes se preguntarán si tengo miedo, la respuesta, queridos amigos, es un sí rotundo, pero no voy a dejar que el miedo me venza… no esta vez.
Sale el sol por el horizonte y comienzo a caminar. Un horizonte lleno de promesas, el canto del viento me anima a seguir adelante y me dice que todo va a salir bien; el aroma de las flores con el vaivén de la suave brisa que pasa esta mañana me saludan a mi paso y me acompañan en el comienzo de este recorrido. Miro hacia atrás y la nostalgia se apodera de mí, por dejar mi hogar, pero la incertidumbre de descubrir qué hay más allá me hace volver la mirada a la distancia y continuar.
Ansioso, me pregunto ¿debo volver?, por mis otras experiencias pienso: ¿será bueno dejar la seguridad de mi hogar, de mi pueblo… por un sueño? Muchas son las dudas que me invaden en este momento, pero una voz interior me dice:
— “tómalo con calma” “tranquilo, sigue adelante, no estás solo, te acompaño en esto y no te dejaré… lo haremo bien…”
Acomodo bien mi bolso sobre mis hombros, ese de cuadros rojos y negros que mamá me regaló para mi cumpleaños 18 y que siempre llevo conmigo ahora que ella ya no está; va lleno de esperanzas, sueños, deseos y miedos por superar.
Levanta el día, un sol radiante me acompaña en mis pasos, parece darme ánimos en mi caminar; oigo el trino de los pájaros y a la distancia un silbido lejano como murmullo en el viento, que me hace apurar el paso y me dice que ya estoy por llegar a mi primera parada, donde comenzaré mi aventura.
Dejando atrás sonrisas, llantos, seres queridos y anécdotas que durante estos años me han acompañado; observo el tren, que con sus colores vívidos aumentan aun más mis ansias de conocer, de sumergirme en un mundo lleno de gratas sorpresas; sobreponiéndome a mis miedos me subo en él.
Comienza lentamente su andar hasta que, poco a poco, va acelerando su paso… logro ir viendo alrededor los bosques tupidos de grandes arboles que rodean el pueblo donde he vivido, con colores vibrantes que dan sensación de que viven en él seres maravillosos, aun desconocidos para todos, pero para alguien de buena imaginación, todo es posible… el tren alcanza una velocidad tal que las cosas que están alrededor comienzan a verse desfiguradas, sonidos como cantos de voces mágicas, tal de silfides o elfos del bosque que poco a poco me arrullan y en conjunto con las imágenes desfiguradas de afuera me hacen caer en un letargo…
No sé si estoy dormido o despierto, si es un sueño o realidad, pero de pronto todo esta oscuro… trato de abrir los ojos en vano, siento que estoy cayendo por un agujero sin fin y todo gira a mi alrededor como si un tornado me hubiese succionado de golpe… escucho voces, sonidos que no conozco, veo luces aleatorias saltar a mi alrededor, o soy yo quien salta por las luces sin entender que sucede.

Trilogía Delirium

Ficha técnica:

✨Trilogía: «Delirium»
📚Libros:
1. Delirium.
2. Pandemonium.
3. Rèquiem.
🖊Autora: Lauren Oliver.
🌬Géneros: Ficción distópica, Novela, Ficción adulto joven, Ciencia ficción, Novela rosa.

Sinopsis del 1er libro:

Siempre me han dicho que el amor es una enfermedad, y que he de curarme para vivir feliz y en calma. Siempre los he creído. Hasta ahora. Ahora todo ha cambiado. Ahora prefiero estar enferma durante una fracción de segundo, que vivir cien años ahogada por una mentira.Una vida sin amor es una vida sin sufrimiento: segura, medida, predecible y feliz. Por eso cuando los habitantes de esta ciudad del siglo XXII cumplen los 18 años, se someten a la intervención, que consiste en la extracción de la parte del cerebro que controla las emociones. Lena espera ese momento con impaciencia, hasta que un día se enamora…

Explora a Otros Autores para Inspirarte

Muchas veces sucede que tras seleccionar un tema para escribir, te quedas en blanco y tus dedos parecen congelarse sobre las teclas.

Ahora bien, ¿cómo puedes superar ese engorroso momento? Muy simple: revisando lo que otros autores han escrito sobre ese tópico!



Echar un vistazo a lo que otros autores dicen sobre la temática que debes escribir te dará un panorama de los abordajes posibles y te inspirará para formular tus propias aproximaciones.

Ojo, no es copiar y pegar lo que otros dicen, es tomar la idea y transformarla desde tu propia visión, ver las diversas perspectivas de esa realidad y hacer tu aproximación sobre el tema tratado.

Cuéntame, ¿que autores sueles leer para buscar inspiración?

Escribí

Escribí en el silencio tu recuerdo, tu voz.

Escribí un perfume sin descripción, un cuerpo desnudo lleno de lunares, heridas, tan perfecto sin haberlo visto.

Escribí en un papel, perdido en el viento. Escribí sin pensar, sin dudar.

Escribí un instante el amor virtual. Te escribí en una mirada sin brillo, un corazón sin voz y recordé un alma sin luz.

No sé cómo o cuando pero me escribí y te escribí, en como apareciste y como tu piel será la cura para mi soledad.

La Morla (un relato de Navidad) Autora Delma Nantial

Lentamente arrastraba su carro por la calle.
Su cuerpo grueso y deteriorado pesaba como si llevara encima un grueso caparazón conformado por la capa de costras que se habían generado y acumulado a través de tantas historias con final pendiente reprimidas a lo largo de los años.
Piel sobre piel. Dolor sobre dolor. La lluvia y la humedad ya no calaban sus huesos, ni el sol del verano, ardiendo en la acera, calcinaba la planta de sus pies callosos y descalzos.
Tantos años de soledad a la intemperie, tanto deambular sin sentido en su casa que eran las calles infinitas que recorría día a día, habían dado en un permanente soliloquio en el que su voz cascada y ronca del ahora se combinaba con su voz cantarina y fresca del ayer.
Las tiras de luces que adornaban los balcones alumbraban la calle con sus destellos intermitentes. La gente del barrio iba y venía en un ajetreo interminable trayendo enormes paquetes de regalo y el aroma de las cocinas convidaba a compartir una de las noches más especiales del año. La Morla, ajena a todo lo que ocurría, deambulaba perdida tanto en el mundo como dentro de sí misma.
La Morla era nada y era nadie. Tenía apodo pero hacía mucho tiempo había olvidado su verdadero nombre.
Aquella planta en la vereda llamó su atención. No pudo distinguir bien si fue por su perfume, el color o la maceta que estaba rota como si se hubiera caído…como si hubiera recibido un golpe…como si hubiera chocado contra algo…pero su alma se había sacudido al verla, eso era seguro.
La levantó con cuidado y la puso en su carrito con el resto de sus cosas. Le recordaba su planta en una ventana…no, su planta en el balcón, era un departamento…su departamento…su casa…era el balcón de su casa en el segundo piso…
Las imágenes se sucedían veloces en su mente afiebrada que de pronto se empecinaba en recordar todo cuando tanto trabajo le había costado olvidar. Sin darse cuenta La Morla acelero un poco el paso. Todo temblaba en el carro, todo temblaba en su interior. Su doble piel se desgarraba cada vez que la memoria reactivaba fragmentos del pasado. La costra maloliente caía hecha añicos a su paso. Sentía que se ahogaba en el mar de fuego que surgía de su vientre vacío, de sus pechos viejos y flácidos que clamaban por la antigua leche derramada.
Enloquecida de dolor tocó la cicatriz en su mejilla y retiró rápidamente su mano.
−Era un papel. –murmuró la voz ronca.
−Era un papel con un nombre y un teléfono. –devolvió la voz aterciopelada desde el fondo de su caparazón.
−Era acá. –dijo La Morla
−Aquí es. –respondió Mariel
Dejó el carro en la puerta de servicio del pent-house. Lentamente subió las escaleras y entró en la amplia habitación. Tantos años después y sin embargo todo estaba allí. Sus muebles, sus libros, su música. Se dio vuelta y descubrió que Mariel observaba desde el espejo. Su vestido verde agua mostraba algunas manchas color azul similar al de la pintura del balcón. El amplio ventanal abierto de par en par dejaba entrever que algunos balaustres del centro habían sido reemplazados por otros más nuevos. “Algo se había roto allí”pensó.
Recorrió el amplio departamento. Volvió a escuchar las risas apagadas tras la puerta de su habitación. La traición le laceró el alma una vez más y el grito de “vaca tonta” y el barandal que cedía y el golpe sordo contra la acera y el hospital y el olvido…
Eran cerca de las doce de la noche. Se acercó al antiguo “secreter” y buscó en el primer cajón su abrecartas.
Se sentó erguida como una reina a esperar el regreso de Antonio en su sillón preferido. El abrecartas filoso como un puñal descansaba paciente en su regazo.
Aquella noche, después de muchos años, Mariel, la Morla, también celebraría Navidad.

Un vaso de leche

Un vaso de leche

Un día, un muchacho pobre que vendía mercancías de puerta en puerta para pagar su escuela, encontró que sólo le quedaba una simple moneda de diez centavos, y tenía hambre. Decidió que pediría comida en la próxima casa.

Sin embargo, sus nervios lo traicionaron cuando una encantadora mujer jóven le abrió la puerta. En lugar de comida pidió un vaso de agua.

Ella pensó que el joven aparecía hambriento así que le trajo un gran vaso de leche. El lo bebió despacio, y entonces le preguntó, ¿Cuánto le debo? «No me debes nada,» contestó ella. «Mi madre siempre nos ha enseñado a nunca aceptar pago por una caridad». Él dijo «Entonces, te lo agradezco de todo corazón.»

Cuando Howard Kelly se fue de la casa, no sólo se sintió físicamente más fuerte, sino que también su fe en Dios y en los hombres era más fuerte.

El había estado listo a rendirse y dejar todo. Años después esa joven mujer enfermó gravemente. Los doctores locales estaban confundidos. Finalmente la enviaron a la gran ciudad, donde llamaron a especialistas para estudiar su rara
enfermedad.

Se llamó al Dr.Howard Kelly para consultarle. Cuando oyó el nombre del pueblo de donde ella vino, una extraña luz llenó sus ojos. Inmediatamente subió del vestíbulo del hospital a su cuarto. Vestido con su bata de doctor entró a verla. La reconoció enseguida. Regresó al cuarto de observación determinado a hacer lo mejor para salvar su vida.

Desde ese día prestó atención especial al caso.

Después de una larga lucha, ganó la batalla. El Dr. Kelly pidió a la oficina de administración del hospital que le enviaran la factura total de los gastos para aprobarla. Él la revisó y entonces escribió algo en el borde y le envió la factura al cuarto de la paciente. Ella temía abrirla, porque sabía que le tomaría el resto de su vida para pagar todos los gastos. Finalmente la abrió, y algo llamo su atención:

En el borde de la factura leyó estas palabras….. «Pagado por completo hace muchos años con un vaso de leche – (firmado) Dr. Howard Kelly».

Lágrimas de alegría inundaron sus ojos y su feliz corazón oró así:

«Gracias, Dios por que Tu amor se ha manifestado en las manos y los corazones

Letter hunter

Amo cuando me dices te amo
y esa rosa en tus manos
Especialmente para mí…

Adoro cuando me dices
Qué soy el tesoro más valioso
Qué la vida trajo hacia ti…

Me gusta cuando tomas mi mano
Y la pones en tu pecho
Y me dices te quiero….

Eres el motor de mi vida
Porque tú eres mi guía
Y la esperanza para vivir…

Mi Rosa querida el tesoro de mi vida
Te quiero y te amo solo a ti…❤️✨🌹

Lidia 🌹✨🌹

Marte retrógrado (por Manuela Sánchez)


Esta mañana es algo calurosa, suena la alarma de mi reloj en forma de motocicleta que suena como acelerador, tanteo, aún dormido la mesa de noche en busca del botón que se encuentra en la silla de la motocicleta, pero logro tocar en el volante donde suena la bocina y la alarma grita, ¡despierta ya! ¡despierta ya! en forma de bocina, medio abro los ojos para poder ver donde esta el endemoniado botón y poder hacer callar la alarma, estoy despierto…
Pongo los pies en el suelo y camino con los ojos medio cerrados hasta el baño, donde Pito (mi perro) ha dejado un charco de orina, que obviamente no he visto y he pisado con los pies descalzos, por suerte he logrado agarrarme del toallero antes de caer, no sin antes pegar un grito enorme «Pitooooooo», tomo una de las toallas y la lanzo al suelo para contener el charco que ya ha tomado unas dimensiones considerables, no se como orina tanto siendo tan pequeño. Decido tomar un baño, hoy no me tocaba, pero en vista del accidente con el charco no me queda otra opción, dos días seguidos de baño estropear mis aceites corporales naturales, mi piel estará muy reseca todo el día, pero prefiero eso. Mientras me baño suena el teléfono en la habitación, grito «¡ya voy, me estoy bañando!» como si la persona del otro lado del teléfono pudiese oírme, pero milagrosamente el teléfono deja de sonar, y Pito comienza a ladrar justo en la puerta del baño, yo, con shampoo en la cabeza y corriendo por mi rostro, me asomo por la puerta de la ducha y medio abro un ojo para poder ver que le pasa, como era de esperarse el shampoo cayó en mi ojo izquierdo, comienzo a saltar de dolor en la ducha dejando que el agua caiga en el ojo, no se si abierto o cerrado porque con el dolor no se ni como, ni donde estoy, afuera se escuchan las pequeñas uñas de Pito chocar con las baldosas del piso, respiro profundo e intento abrir los ojos nuevamente después de aquel dolor, me asomo nuevamente y allí está él, saltando en sus dos patitas traseras y dando vueltas cual perro de circo, no se quien le ha enseñado eso pero parece burlarse de mi repitiendo lo que estaba haciendo hace unos segundos con el dolor del ojo, le grito para que salga del baño y el se va corriendo. Salgo de la ducha, largo la mano para tomar la toalla y no está, solo queda la que está en el piso llena de orina de Pito, estaba seguro de que había otra toalla en el toallero, no tomaré la toalla del piso, estoy recién bañado, así que mojado como estoy camino hasta la habitación dejando agua por donde voy pasando, en la habitación tomo una toalla me seco y me visto.
Salgo a la cocina y consigo a mi querido Pito jugando con algo que parece medianamente blanco, todo enrollado en forma de bola en una esquina, parece algún tipo de conejo o algo así, me acerco con cuidado porque no estoy segura de lo que es, despacio tomo la escoba que esta en cerca de la isla y camino a hurtadillas hasta donde esta Pito en posición de juego, moviendo su colita corta que parece una motita, tomo el palo de la escoba y le doy un toque a aquello raro, Pito da un salto adelante lo agarra por un lado y sale corriendo por el pasillo arrastrando la toalla, estoy seguro de que era la que estaba en el baño para yo secarme al salir de la ducha; Lo persigo por el pasillo hasta la habitación le quito la toalla y la lanzo a la cesta de la ropa sucia, ya no hay nada aque hacer… De regreso en la cocina me preparo un café, mientras se cuela, salgo al portal de la casa a buscar el diario, esta bien enrollado y fijado con una liga así que no lo abro, camino de regreso a la cocina y se me atraviesa la pata de la mesilla auxiliar, que me la he llevado con el dedo meñique del pie izquierdo, saltando dando vueltas para soportar el dolor miro a Pito que esta un poco más allá, saltando sobre sus patitas traseras dando vueltas como perro de circo otra vez, así que respiro profundo bajo el pie y camino un tanto coja a apagar el café que ha salido, me siento en la isla con mi taza de café tomo aire para terminar de librarme del dolor y Pito se acerca con su plato vacío para que recuerde que debo alimentario, me levanto del banquillo, aun sin haber probado mi café, camino hacia la gaveta donde guardo la comida del perro saco la cantidad que le corresponde en la mañana y le lleno también su envase de agua, me siento nuevamente en el banquillo de la isla abro el diario mientras tomo mi primer sorbo de café del día, en el titular se lee claramente «Marte retrógrado, hay que andar con cuidado porque las cosas pueden salir muy mal»… ¿Marte retrógrado? Me pregunto a mi mismo un tanto incrédulo, bah… Esas son puras tonterias… ¿Qué podría salir mal?

LA NAVIDAD NO SE ACABÓ (por Manuela Sánchez)

La navidad es de los niños, de los niños niños, de los niños jóvenes y de los niños viejos, Navidad es tiempo de renovar


Cualquier año es bueno para recordar mi navidad, cualquiera hasta que el viejo se fue, se fue con media vida por delante, se llevó con él la alegría, el invento, las salidas a comprar hasta se llevó los lugares lindos llenos de luces, de bambalinas, se llevó sus amigos, los carritos y las bicicletas. Los muñecos se quedaron atrapados en mis manos o pegados en mi cara en un abrazo y una risa, se fueron las visitas por las zonas para ver los adornos de las casas y las luces de colores no se quitan de mis ojos, todavía puedo sentir los latidos acelerados por la emoción y la expectativa al abrir los regalos, se acabó el paseo con el triciclo nuevo, el apoyo de unos patines para no tocar el suelo, las tacitas para el té se rompieron, ya no pintaremos juntos la fachada pero sé que el niño Jesús no se equivocara de casa… la navidad no se acabó, cambió, se modificó.
Santa no se ríe conmigo y ahora no hay botas colgadas para mí, hoy la responsable soy yo, mis paseos son carreras a ver que puedo comprar, saco cuentas que no me dan; me aferro a mis recuerdos buscando los detalles… el mantel, la taza, el plato, el pañito con el pinito, el pabilo para la hallaca, el nacimiento, el arbolito con las luces y las guirnaldas; subir a la bebita para que cuelgue la estrella en la copa del árbol.
Me siento agotada… como lo hacían nuestros papás. El regalo en su momento, la sorpresa, la emoción, la felicidad de los aguinaldos; todo se veía tan fácil, hasta el aire, el frío, el olor inconfundible que ya llegaba el niño Dios; la hermosa estrella blanca que mi madre me mostraba por la ventana y me decía: “viene navidad mira la estrella de belén”.
La navidad no se acabó, siguen pintándose de lila los cerros con el capinmelao, las taras se visten de amarillo, las gaitas y los villancicos se dejan oír, los pesebres huelen a musgo y pino. No se puede acabar porque la navidad está viva en cada uno de nosotros quienes un día siendo niños sembramos en nuestro interior al niño Jesús; que nace todos los años en la añoranza de un tiempo lindo e inolvidable y así como Él, renacen los recuerdos y nos colgamos bambalinas para oler a chocolate y dulces, a hallacas, pernil, ponche crema y para que no falte el “lo que yo quería” al abrir el regalito.
La navidad es de los niños, de los niños niños, de los niños jóvenes y de los niños viejos, Navidad es tiempo de renovar… de pintar el amor para que no se muera, de abrazar el peluche de la amistad que está tirado en el montón, de cambiar la bombilla quemada que está en nuestro interior para que alumbre al futuro, de colgar las botas de la prisa para hacerse el rato de la espera, navidad es abrir el regalo del recuerdo y comerse las galletas con leche guardadas para santa.
La lección fue aprendida papá. La Navidad no se acabó. Feliz navidad

¿Dónde guardar tanta pasión? (Por José Tek)

El día de hoy tengo el placer de presentarles a un excelente escritor nobel argentino, el es José Tek, quien hoy nos comparte un poco nuboso biografía y nos deleita con su cuento ¿A donde se guarda tanta pasion?

José Augusto Tek nació en 1983 en San Miguel de Tucumán. Hijo de un matrimonio de clase media, padre empresario, madre dentista. El segundo de tres hermanos. Contador por profesión, escritor por vocación. Hincha fanático de River Plate. Su cantante favorito Joaquín Sabina. Felizmente casado, con dos hijos. Uno de ellos diagnosticado TEA (trastorno del espectro autista), situación que lo llevó a replantearse muchas cosas, en especial el poder de la palabra.
Su relación con la literatura: sus primeros escritos fueron poesías en la adolescencia, luego pasó a los relatos y por último a los cuentos.



Cuento: ¿dónde guardar tanta pasión?

Dios hizo con el hombre la obra de ingeniera más asombrosa de todo el universo. Pero se le pasó la mano, le puso mucho brillo en sus ojos. Así que esa ambición desmedida terminó en guerras, orgías, en discusiones sin sentido.

Llamó a su serafín predilecto para que con su infinita sabiduría encontrara una cura que calme a las bestias, que consuma esa pasión desmedida. Le pidió algo sutil, sigiloso digno de la mano del Creador. Que con una humildad abrumadora quería interceder sin que nadie lo sepa. Que quede flotando la duda al igual que una bruma liviana, ¿fue él o fue la “evolución”? Esa palabrita que tanto les gusta a los ateos.

Ante una tarea tan compleja, pidió ayuda a los demás ángeles. Pasaron los siglos con numerosos concilios donde discutían acaloradamente que hacer, mientras que los descendientes de Adán y Eva seguían haciendo estupideces a diestra y siniestra. La primera conclusión a la que arribaron es permitirles crear el fuego, el cuarto elemento natural, que hasta el momento desconocían los terrestres. Un halito de sabiduría sopló sobre los homo sapiens. Después de frotar unas varitas, el humo y las chispas, dieron lugar a las lenguas rojas, amarillas y negras que invadieron la Tierra. “Es bonito por la noche”, “da calor”, “es brillante”, le decía su ayudante a Dios tratando de convencerlo. Pero la pasión irracional humana lo terminó usando para destruir la responsabilidad y consecuencias de sus fechorías. Si un problema se hace excesivamente pesado, al fuego con él.

El consejero del Creador volvió a las anotaciones, gráficos, estadísticas. Ideó la rueda, unos 3.500 años antes de Cristo. A plantar la idea en la cabeza de los hombres, con ella van a trasladar objetos con rapidez y  embelesarse con su giro. El mundo no cambió en un ápice, seguían desbordados de un fuego interno que no lograban saciar.

A punto de ser echados del paraíso, Dios volvió a llamarlo y darle una última oportunidad. No quería más diluvios, ni plagas para contener al hombre. Necesitaba algo que los apacigüe, que los atonte, que los excite donde puedan descargar esa vehemencia.

El ser alado reunió a sus colegas más brillantes y generaron una idea superadora a la que llamaron deporte. Dios esbozó una leve sonrisa, todos se felicitaron, habían cumplido su propósito. Una recreación individual que los hombres bautizaron como atletismo, que es correr y correr para llegar primero, mientras consumían todas sus fuerzas. Y para aquellos que no tenían un físico apto para las largas distancias, la lucha libre. Todo permitido, entran se revuelcan un rato, sin sangre, sin muerte hasta que queden exhaustos. Tiempo después los humanos estaban más tranquilos que de costumbre. Cada uno volvió a sus tareas, asunto resuelto.

Cientos de años después, el serafín se distrajo de sus tareas intelectuales y miró una muchedumbre enardecida, con banderas, pecheras identificadoras, caras pintadas y bengalas de colores que hacían juego. A punto de hacer sonar las alarmas, dudó un instante y enfocó su atención. En el centro del campo una esfera, la evolución de la rueda, y alrededor de ella dos bandos de personas corriendo y saltando como conejos. Le dio curiosidad si era un evento aislado, pero kilómetros más allá un recinto con otras dimensiones estaba repleto, en el medio una pelota ovalada y conejos más tonificados. Más allá la misma pelota, pero los saltarines están protegidos por cascos y pecheras. Habían usado la rueda, el fuego y el deporte todo esto en un solo espectáculo. La pasión consumiéndose en un solo acto.

Extendió sus seis alas y a toda velocidad se dirigió a donde estaba Dios, para preguntarle si estaba al tanto. Si iba a ser exiliado o si su invención era correcta. Antes de poder emitir una palabra, el Creador dijo “yo voy siempre por los locales”.



link del libro: https://play.google.com/store/books/details?id=ubuVEAAAQBAJ

Letter hunter

Ahora estás a salvo -dice al ver que mis lágrimas no cesan- ya nunca volverá a hacerte daño.
Lo observo con odio en la mirada, con el mayor rencor que soy capaz de engendrar. Todo. Toda mi ira. Todo mi dolor. Todas mis penas las conduzco hacia él en un último grito de dolor.
– Tú. Tú que piensas que me has salvado. Tú que crees que me has librado de esa prisión en la que me veías recluida. Tú tan príncipe que por fin había encontrado su doncella en apuros. No sabes cuánto te odio – me mira estupefacto, pero yo ya no puedo parar- me has arrebatado todo lo que conocía y amaba. ¿Quién te engañó diciéndote que yo era su prisionera? ¿Quién te dijo que él era el malo de esta historia? ¡DIME QUIÉN TE PIDIÓ QUE ME RESCATASES! ¡YO ERA FELIZ CON ÉL!
Él… él fue el único que me dio calor cuando el mundo entero me abandonó. Él fue quien me acompañó cada noche, quien se sentaba a leer conmigo hasta que la luz de la vela exhalaba su último suspiro. Mis años se fueron junto a él y con ellos vinieron los sentimientos, de esos que nadie sintió por mí antes. ¡YO LO AMABA! ¿Acaso entiendes el significado de amar? ¿Acaso has amado verdaderamente antes? Solo eres una imitación de caballero aferrado a la idea de rescatar a alguien y así, sin más, ser amado. Pero yo no era la princesa en apuros, yo era la mujer que había encontrado su final feliz junto al malo de la historia, porque si te cuento un secreto, él nunca fue malvado, en realidad, él… fue mi salvador. Y por ello, por todo lo que me has quitado, te odiaré hasta que mueras, hasta que el último aliento te abandone para siempre, y así, esta maldición caerá sobre cada uno de tus hijos. No seré más la princesa, ahora soy la bruja de esta historia, ahora soy a quien debes temer, corre y vive, pero no por mucho tiempo. Algún día, nos volveremos a ver.

Crea Títulos Atractivos

Como sabrás, los títulos son la instancia clave para lograr atraer a los lectores hacia tus contenidos. Por ello, el desafío es lograr captar el interés o la curiosidad de tu audiencia en una sola línea de texto. Para lograr este cometido, los expertos en marketing recomiendan algunos formatos de gran efectividad para tus titulaciones:

Dirígete a tus lectores directamente: “Aprende cómo ser un buen escritor”.
Utiliza el formato de listas: “10 Razones para viajar a Francia”.
Genera curiosidad: “Él último secreto de la Reina de Inglaterra”.
Plantea interrogantes: “¿Cómo cocinar un delicioso pollo al horno con sólo 5 ingredientes?”.
Demuestra utilidad: “Todo lo que debes saber antes de comprar una casa”.

Lo mismo sucede con las novelas, cuentos, poemas y libros en general, debemos conseguir títulos que atrapen al lector desde un primer momento.

Cuéntame, ¿cuáles han sido títulos que te han atrapado desde un primer momento y que aún recuerdas?

Navidad… ¡Menudo Desmadre! (Por Sarah Rusell)

Sinopsis
Tres grupos de amigos independientes, aparentemente diferentes y sin nada en común, van a pasar el fin de semana a un hotel rural que tiene como fondo de escenario la sierra de Huesca. Dos días para desconectar de todo lo que les rodea en su vida cotidiana, sin saber que, aquello que empezó como un breve descanso, se terminaría convirtiendo en mucho más que un fin de semana. Una comedia romántica que te hará pasar de los momentos más divertidos, emotivos y apasionantes a las situaciones con mayor erotismo que puedas imaginar. Marta, Abel y Samira os sacarán de quicio. Aitor y Asier os arrastrarán a la pasión. Alan y Rebeca no os dejarán indiferentes con su historia. Bienvenidos a la bilogía “Locura”, donde viviréis unos días en los que nada pasará desapercibido.

#recomendaciones
#recomendacionesNavideñas

A partir de hoy (del libro Troke, por Lediher Armas)

Se alistaba para ir a la comisaría. El espejo delataba preocupación. No podía permitirse que la acción se consumara. Nunca fue calificado de violento. ¿O sí?
Ya no sabía. La gente de Troke era muy rarita y él había nacido allí. El asombro de su imagen se mezcló con la incertidumbre del pensamiento. Se enorgullecía de tener sueños placenteros que se cumplían; sin dudas, otra marca absurda de un trokiano.
Al alejarse del espejo recordó varios pasajes recientes. Uno de ellos, la tarde en que tuvo la primera cita con África. Tropezó con ella en una de las calles del centro. Aún no sabía su nombre, pero para cuando ocurrió el tropiezo ya la había visto en sueños. Un sueño resbaloso de noche turbia casi olvidada, en la que regentaba el sopor y la inquietud.

Noche trokiana de dos intervalos de sueños de tres horas en la que nada importó. Lo que valía era que la conocía con antelación. Esa tarde la invitó a tomar agua en la única cantina de Troke que expendía el “liquidusperdidos” y le contó su carrera de asistente en un instituto de investigaciones médicas, donde ser útil era su única obligación. Mencionó los detalles del más reciente experimento que delató que los sueños son retazos del futuro. Al observarla con maneras de chiflado, expuso que no existía prueba más irrefutable de ello que el hecho de tenerla delante después de haberla visto en sueños.

Concluyó diciendo que conocer en dos ocasiones y por primera vez a una persona, es un elemento crucial.
Bajaba las escaleras al tiempo que repasaba el sueño reciente. La atrocidad se escribía con letras rojas sobre el pálido cartel de la conciencia. Se encontró a África en el comedor y la besó como en los mejores tiempos de otra historia. Pidió disculpas con una solemnidad confusa y se
marchó. Andaba con la cabeza gacha. Los pesares que llevaba a cuestas doblaban sus hombros macilentos. En la cuadra siguiente, entró a la unidad de policía y se entregó a la justicia alegando haber soñado que asesinaba a África.

Lo que debe ser, será (por Manuela Sánchez)

Aquella era una mañana muy atareada para Míriam, como cada día debía hacer un millón de cosas.
Míriam trabajaba como redactora en uno de los periódicos más famosos del país, era una mujer joven, de hermosas cabellera de rulos negros y bien torneados, su piel blanca hacia buen contraste con el cabello y más aún con sus ojos color verde esmeralda, a su corta edad había logrado sobresalir en su área de trabajo, pero en su vida emocional era todo lo contrario; a pesar de haber tenido varias parejas, siempre terminaba sola, ya sea por su carga de trabajo, que no le daba mucho tiempo para compartir o porque cuando tenía tiempo libre prefería descansar en casa y no estar por ahí de fiesta, de hecho Míriam era lo que podíamos llamar, una mujer de pocos amigos.
Aquella mañana luego de responder sus mails y de sentarse a leer las principales noticias del país, Míriam miró su tasa de café y con un profundo suspiro tomó un pequeño sorbo, sentía que la vida se le estaba yendo de las manos con el trabajo y la monotonía, al mismo tiempo se decía para sí misma: —las cuentas no se pagan solas, hay que trabajar…
Se calzón los tacones, ajustó el cinturón de su saco, tomó su maletín y salió del apartamento cabizbaja, mientas llamaba el ascensor.
Nathaniel es un joven músico, de cabellos rubios y labios, con un cuerpo fornido, grandes piernas por tocar la batería y un sentido del humor muy negro, pero que le encanta estar rodeado de amigos, quizá hasta ser el centro de atención en las fiestas a las que asiste o en los conciertos en los que participa, Nathaniel vive en el edificio de enfrente de Míriam, a diario la observa con admiración, pero la suerte o el destino no han ido a su favor.
Esta mañana Nathaniel ruega a Dios, a los dioses, al universo, al creador o a quienquiera que escuche que sea el día correcto para poder hablar con ella.
El ascensor llega a planta baja, al abrir las puertas Mirian sale como siempre con pisada firme y segura, saliendo del edificio como dueña de su vida y hay que demostrarlo, Nathaniel mirándola se lanza a cruzar la avenida, mientras un auto que viene transitando debe frenar de improvisto para evitar atropellar al joven, quien al darse cuenta de lo que estaba haciendo , salta hacia atrás regresando a la acera; al mirar de nuevo Míriam ya no está.
Llega la tarde y es hora de regresar a casa, mientas se sube en el tren Míriam observa en la estación a un apuesto joven que llama su atención, es Nathaniel, solo que esta vez él está tan absorto en sus pensamientos que no nota la presencia de Míriam, ella como impulsada por una fuerza externa intenta bajar del tren, pero la multitud de gente presente no le permite avanzar, las puertas cierran y Míriam se queda inmóvil en el lugar; mientras camina por la calle desde la estación donde bajó cln dirección a su apartamento, el rostro del joven queda plasmado en la mente de Míriam.
Pasan los días y siguen pensándose, siguen soñándose, sin conocerse se conocen, se sienten, al cerrar los ojos se miran, al dormir se unen, el destino les habla en una lengua silenciosa, en un idioma que ambos entienden a pesar que pensaban no llegar a hablarlo.
Meses después, al estar en el supermercado, en el pasillo de las verduras Míriam se pierde en el pensamiento mientras intenta recordar de nuevo ese rostro que vió aquel día, pensativo y taciturno, mientras en el pasillo de al lado, el de las bebidas, está Nathaniel con su rostro pensativo y taciturno pensando en como hacer para acercarse a Míriam y hablar con ella; se sienten, se sueñan, se esperan peroo hasta ahora el destino no les ha concedido el momento de conocerse.

Hermana (por Ígor Collazos)

— Sí, madre, tranquila que no voy a regatear –dijo Sara impaciente, tras abrir la puerta.

Fue a la cocina y movió los interruptores principales. Solo unas pocas luces llegaron a encenderse. Aspiró a fondo y se dispuso a examinar la casa. Apenas conservaba vagos recuerdos de ella. Más de una vez había pensado que esos recuerdos quizás serían solo imaginaciones nacidas luego de escuchar algún comentario involuntario de su madre.

Siempre había guardado la esperanza de un regreso, sobre todo porque ella nunca había confiado en que obtendría una plaza en la Universidad de Florencia, donde se había formado, un tanto a la sombra del recuerdo de su padre. En algún monto pensó regresar sola, e incluso había barajado la idea con Adriano, cuando todavía solían pensar en un futuro para los dos. Pero Adriano había acabado por largarse y en el momento menos esperado la plaza llegó y con su padre ya fallecido y una madre retirada, en realidad no tenía mucho sentido conservar una casa a la que evidentemente ya nunca volvería. Y ahora cuando la agencia inmobiliaria había presentado una oferta formal Sara había sentido que cuando menos se debía un regreso, así fuera tan solo para consumar la despedida.

— Es que no has vivido allí –le había dicho unas cuantas veces su madre.

Y ahora al cruzar el umbral, tuvo la sensación de que por un instante alcanzaba apreciar un poco ese extraño desapego de la madre, o incluso esas ganas de deshacerse de una casa donde había vivido desde su nacimiento. Quizás el desasosiego nacía del indefinido clima que no alcanzaba a ser frío, pero incomodaba y exigía llevar abrigo a pleno sol, o tal vez se originaba en el incurable mal aspecto del oscuro moho que había carcomido las paredes de barro y parecía trepar por ellas hasta el entrepiso del desván, como una enfermedad terminal ya no tan oculta a los ojos.

— Hija, te entiendo muy bien, pero de verdad es una mala idea –había dicho la madre mientras Sara hacía su equipaje, la noche antes de tomar el vuelo.

Sara le había respondido en español, como cada vez que le reprochaba haber borrado de su vida todo aquel pasado que siempre la atrajo, quizás porque sentía que en Florencia nunca dejaría de ser la andinita. Pero ahora se encontraba con una casa por completo distinta de todo cuanto había imaginado. No se trataba de la convencional estampa de una casona llena de muebles cubiertos con sábanas de guardapolvo y escaleras de peldaños chirriantes. No era la evidente decrepitud de la casa lo que estremecía a Sara, sino más bien la sensación de que alguien, en algún momento, había salido de allí con prisa, incluso como huyendo.

Los muebles no se veían destartalados, sino más bien como recién usados veinte años atrás. Una olla conservaba algo como una pasta gris que quizás fuera los restos de un guiso que nunca nadie comió. Un armario conservaba viejos vestidos en ruina, que Sara no se atrevió a tocar temiendo que pudieran desbaratarse en sus manos y la mesa, puesta para la cena, estaba cubierta de un antiguo polvo moteado de pisadas de gatos.

Entró en la habitación principal. Sobre un mueble peinador, encontró una caja de fotografías. Pudo reconocer a su abuelo y a su padre, sentados a la mesa jugando dominó con dos extraños. Un grupo familiar mostraba a su abuela junto a varias mujeres, todas muy parecidas entre sí, quizás sus tías abuelas. Había una fotografía de una joven mujer amamantando a un niño, mientras se inclinaba sonriendo sobre un cochecito de mimbre. Quitó algo del polvo de la imagen y se estremeció al ver el gran parecido de la mujer con ella. Tenía que ser su madre.

— ¡Madre, mira esta foto! –dijo Sara tras activar el sistema de videoconferencia.

— Sal de allí de inmediato. Te dije que era una mala idea. –dijo la madre tajante.

— No entiendo qué te pasa, ahí se ve cuánto nos parecemos. Me voy a llevar esta foto y la voy a montar.

— Ni se te ocurra –dijo la madre, y colgó.

En ese momento, un gato saltó desde el jardín hasta el alféizar de la ventana. Sara se acercó al animal, mientras buscaba algún trocito de galleta en su bolso.

— Toma, toma –le dijo, pero el gato, luego de olisquear, se limitó a frotar su cabeza contra la mano de Sara y luego, tras contemplarla fijamente en silencio, trepó al mueble peinador y escaló por el espejo hasta escabullirse por dentro de una pequeña fisura entre las tablas del cielo raso.

Sara se entretuvo todavía un rato largo mirando las fotografías. Caía la tarde. Una triste garúa parecía anunciar una lluvia mucho más fuerte. Pensó por un instante que quizás convendría bajar ya al pueblo, a descansar en la posada que había alquilado al llegar. Pulsó el número del chofer que la había traído temprano, pero no obtuvo comunicación. Salió al frente para buscar señal para el teléfono. Cruzó al otro lado del camino. Desde el borde del precipicio vio el pueblo, muy lejos abajo en el valle, oculto tras un saliente de la montaña. Había dejado de lloviznar, pero el cielo tenía un inquietante color gris. Sara, al borde del barranco, miró las nubes y sintió una extraña desazón y la sensación de que mucho tiempo atrás había estado justo allí, llorando. Justo entonces comenzó a caer una leve pero helada lluvia.

Entró a la casa y encendió las luces. Fue a la cocina por una escoba. Barrió la habitación y se deshizo del polvo. Buscó un trapo y lo humedeció en un charco que se había formado con la lluvia. Limpió los muebles, la cama y el piso. Quitó el cubrecama y sacó de una gaveta del mueble peinador una sábana doblada que sacudió a fondo y usó para tender la cama. Se cerró el abrigo hasta el cuello y verificó el funcionamiento del bombillo principal de la habitación. Observó largo rato las fotografías hasta que, ya entrada la noche, cenó algo de galleta y se tendió en la cama.

Se dejó llevar por vagas reflexiones. Se preguntaba por qué su madre nunca había querido volver a esa casa y trataba de imaginar dónde vivirían aquellas mujeres que con seguridad tendrían hijos y tal vez nietos a quienes habría querido conocer.

Se preguntaba por qué su madre nunca le explicó cómo fue que una mujer oriunda de un remoto pueblo andino había acabado casada con un lingüista checo, profesor de una universidad italiana. Se preguntaba por qué, apenas llegar a Italia, su madre había abandonado a su esposo y se había encerrado a trabajar día a día como encargada de una bodega, sin hablar con nadie ninguna otra palabra que no fuera, “buenos días”, “¿qué desea?”, “aquí tiene” y “gracias”.

Verificó su teléfono. Grabó un mensaje esperando que se enviara al restaurarse la señal:

“Madre, cada vez te entiendo menos.”

Y en ese momento oyó una voz. El llanto de un niño que llamaba con un grito lastimero y un tanto cruel.

— ¡Ma! –decía– ¡Ma!.

“El gato” –pensó, mientras levantaba la sábana para envolverse en ella, aun dejando el colchón desnudo. Pero en lugar de sentir un poco de calor, la sábana sólo parecía enfriarla todavía más. Se sentó apoyando la espalda en la cabecera de la cama y recogiendo sus piernas. Tomó la caja de fotografías y como dominada por un repentino instinto rebuscó entre ellas hasta volver a la imagen de su madre amamantando. Al contemplarla se preguntó con un escalofrío, si ella estaba en sus brazos de su madre en aquel momento, entonces a quién le sonreía ella en el cochecito.

— ¡Ma! –dijo el gato.

Sara se levantó y frotó sus manos.

— ¡Ma!

Tomó la escoba y golpeó el techo, pensando hacer salir al gato para tenerlo en sus brazos. Lo imaginaba tibio y terso.

— ¡Gato!

— ¡Ma!

Golpeó de nuevo el techo y guardó silencio.

Escuchó unos pasos que se dirigían por el techo hacia la cocina. Salió del cuarto tras ellos. Llegó a la cocina. Miró al techo y descubrió una pequeña trampilla. La abrió. Adentro estaba oscuro. Tanteó por el borde del marco de la portezuela y encontró un interruptor.

— ¡Ma! –dijo el gato con voz lastimera.

Encendió la luz. Y allí, sentado ante ella, sonriendo todavía lloroso, un niño la miró y alargó hacia ella sus brazos desde un cochecito.

Letter hunter

¿Dejar ir o aferrarse? ¿Qué sucede cuando la elección es soltar? ¿Qué queda?
Recuerdos.
Recuerdos dulces, salados, amargos, embriagadores. Al principio una amalgama de todos ellos, pero con el tiempo, nuestra mente adquiere la capacidad de filtrar la malo y quedarse solo con lo hermoso. En algunos casos somos tan masoquistas que nos quedamos con lo peor, pero yo… yo prefiero lo lindo, eso que me hizo aferrarme a la persona desde un principio.
La primera sonrisa. Las primeras palabras. El primer beso. La primera vez.☄
Esa foto que en cierto momento no dejábamos de mirar. La ropa que llevaba cuando nos conocimos. Esa carta. Ese chat. Esa canción. La luna. Nuestra luna. La que nos marcó de por vida con su mirada intrépida.
Recuerdos.
Guardados en un rincón. Adquiriendo el polvo de los años. Danzando en los límites de su cautiverio. Nuestro único lazo. Lo único hermoso entre tanto desastre.

Christmas lights (por Yunnuen González)

Novela corta de 83 paginas

Sinopsis

¿Qué tenemos en común el Grinch, Scrooge y yo?
Los tres odiamos la navidad, y todo lo que la rodea.
Por lo general, puedo alejarme del espíritu navideño, pero a veces es imposible.
Sobre todo, si está empecinado en imponerme una mujer que conoce las historias del Grinch y Scrooge muy bien, pero no la mía.
¿Podré sobrevivir al espíritu navideño?

#recomendaciones
#recomendacionesNavideña

Plantea una Línea Argumental Coherente

Todos los textos precisan una línea argumental para lograr transmitir un mensaje claro a los lectores. Como explican los especialistas: “La argumentación es un tipo de exposición que tiene como finalidad defender con razones o argumentos una tesis, es decir, una idea que se quiere probar”.

Así, incluso si se trata de contenidos de caracter informal debes utilizar una buena argumentación para transmitir tus ideas de forma eficiente. Para guiarte en este punto, puedes definir de antemano la estructura de tu argumentación respondiendo a los siguientes interrogantes:

¿Qué idea deseo transmitir?
¿Qué información emplearé para justificarla?
¿Cómo expondré los datos de mi fundamentación?
¿Cuál será la conclusión de mi texto?

Carta a una madre (por Enner Ágreda)

Enner es un joven escritor, yo lo veo como una gran promesa en el mundo de la literatura, hoy se estrena como colaborador del blog con su «Carta a una madre»

Querida mamá:
Hace mucho tiempo que no te llamo así, ¿verdad? “Mamá”. ¿A qué se debe? Lo ignoro, o puede que no, puede que tenga que ver con eso que siempre estuvo entre nosotras. Mi infancia y adolescencia transcurrieron en la misma casa que vio tu adultez temprana y pronta vejez. Pero fuimos como desconocidas. Había una brecha. Tal vez era para ti el recordatorio de un esposo ausente, y tú para mí la realización de un padre que nunca mereció ser llamado padre. Te veía sonreírme, y aunque lo ocultaras, sé que había melancolía en esa forma opaca que dibujabas en tus labios y llamabas “sonrisa”.
Sufrías, sufrías la vida.
Es mi percepción, aun así. Puede que tenga una idea inexacta. Puede que no sea cierto que me miraras siempre con tristeza teñida en tus ojos. Puede que mis recuerdos no sean tan certeros. Pero es lo que llevo grabado de ti. Recuerdo una ocasión… Discutimos. Me encontré arrimada a la pared, abrazándome las rodillas. Mi corazón a punto de salirse de mi pecho. “Un ataque de pánico”, comprendí tiempo después, durante momentos aquellos en lo que mis recuerdos me atenazaban como pesadillas que se materializan en la oscuridad al cerrar los ojos. Fue el primero. No corriste a ayudarme. Me miraste, como si fuera débil, y me tildaste de “dramática”.
Fue mi amiga cercana de aquella época quien me permitió salir de ese estado.
Y grité. Grité. Grité con todas mis fuerzas hasta que perdí la voz. No sé el porqué. Ahora me doy cuenta que muchas de mis acciones no tienen una explicación, puede que muchas de tus acciones no la tengan tampoco.
No quiero pensarte de ese modo. Por ello, cuando se me viene ese recuerdo a la mente, pienso en la época en que te llamaba “mamá” con frecuencia. No fue la mejor época. Durante aquel tiempo gráficos de muerte, con tonos rosa, aparecieron en una pantalla. “Cáncer”, dijo el doctor. Hubo dolor… mucho dolor. Y éramos dos, solo dos. Supongo que, frente a ello, frente a la espada que pende sobre nuestras cabezas, la muerte, tomamos decisiones, especialmente cuando la soga que la sujeta está muy cercana a ceder. Yo decidí convertirme en lo que puede que hoy no sea: una buena hija. Y aun cuando me gritaste, cuando dijiste cosas que hicieron a mi voz quebrarse y silenciarse, cuando me hiciste querer desaparecer, seguí a tu lado, llamándote “mamá”. Porque aquello era menos importante, yo era menos importante. Primero estabas tú.
No me arrepiento. Ni por un segundo. Pero escribirlo me hace entender por qué me elijo ahora. Nunca lo hice antes.
Pasamos por mucho durante ese tiempo. Y antes de él. Pero creo que fue el período donde hablamos más. El período que me hizo entender por qué eres como eres. Tal vez por ello te llamaba tan a menudo: “mamá”. Te sentí como eso, como mi madre. Pasabas días tumbada en la cama. Te observaba durante horas. Parecía que no temías abandonar la vida. Y yo moría de miedo al pensar siquiera en esa posibilidad. Me callaba, por supuesto. No te ayudaba el verme así. Tenía que ser fuerte, porque la persona con la que podía tal vez ser débil y vulnerable, no estaba dispuesta a mirarme.
Creé una coraza. Era fuerte porque tenía que serlo, positiva porque debía serlo. Pero lloraba bajo las mantas. Mordía las almohadas. Pensaba y pensaba y pensaba, hasta que la luz se filtraba por la ventana y tenía que cerrar los ojos durante al menos unos minutos para rendir durante el día. Lo ves. Todos cargamos con algo.
Como siempre lo hiciste, lo lograste. Te sobrepusiste. Fue agotador, para ambas. Te vi salir ese día de la clínica como alguien más. Eras “mamá”. Pero al final, la ruptura fue inevitable. Crecí. Y aunque yo buscaba en tus ojos y en tu sereno y vacío rostro algo… nunca lo hallé. Eras “mamá”, pero no se sentía más como si lo fueras. Seguíamos siendo extrañas, incluso con todo el tiempo compartido. Y tras el paso de las estaciones, mucho más. Nos convertimos en caras anónimas.
Ahora soy “mamá” y por eso me decidí a escribirte. No para cuestionarte, juzgarte, reclamarte o hacerte sentir mal, sino para decirte que siempre tenemos opción. Es cuestión de decidir. Me enseñaste que primero llegan los gritos, después la afabilidad. He descubierto que no es así. Puedes detener los gritos.
Por eso me cuestiono: ¿de dónde proviene la manía de intentar construir con piezas rotas, dejadas por la demolición de la ira, cuando sabemos que quedarán fisuras? El resultado será una edificación inestable, incapaz de resistir al estruendoso exterior.
Me tomó tiempo rellenar esas fisuras. Espero que tú hallas podido llenar las tuyas.
No te avergüences de ellas. Yo no lo hago al ver las mías.
Ahora soy “mamá” y por eso me decidí a escribirte. Porque nuevamente te siento como “mamá”. ¿Sabes por qué? Porque vivo en carne propia lo que tal vez tú enfrentaste en silencio. He visto puertas cerrarse en mis narices, más veces de las que debería, por ser “mamá”. Sin embargo, fue ser “mamá” lo que me llevó a continuar. Quiero pensar que fue lo mismo para ti. Y aunque decidiste sufrir la vida. De eso aprendí. Y creo que debo agradecerlo. Esta edificación inestable, fue capaz de sobrevivir los embistes de la vorágine exterior. No debería haber sufrido lo que sufrió, pero… ha pasado un tiempo.
Y el tiempo demostró que, aunque a veces primero llegan los gritos, y después la afabilidad, es posible disminuir el tono. Respirar. Bajar la voz. Detener los gritos.
Ha pasado un tiempo.
Y solo quería que supieras que para mí eres aún “mamá”.

Ejaf (2022)