
Al atardecer ya casi llegando la noche, Aurora se desconecta de su jornada, con el sonido de los grillos y viendo las lucecitas de las luciérnagas, una especie casi extinta, con eso calma su trajín de la agenda que lleva día tras día, siempre toma un espacio para dar valor a lo que la rodea y la arrulla, esa calma producto de la creación, y que por las ocupaciones normalmente ignoramos, al asomarse por la ventanilla de su habitación observa las aves volando más rápido de lo normal para resguardarse de la noche oscura y fría.
Son esos pájaros los que comienzan su mañana, pues, antes que nadie, solo existe su trinar, se han convertido en su alarma para despertar, cuenta Aurora: «mis oídos se agudizan y empiezan a deleitarse con el cantar de cada ave que sobrevuela por las cercanías de mi alcoba, unos con sus cantos son más agudos que los otros, juntos hacen un orfeón por un buen rato, mientras sale el sol». ¡Qué forma de darle la bienvenida al día! Es la divina majestuosidad de ese orfeón la que la incorpora a la rutina diaria; con regocijo, alegría, entusiasmo y esperanzada de no estar sola en el transitar de la vida. Ella garantiza que no estamos solos en este mundo como humanidad; ha dicho que toda la fauna habla en su idioma, que somos los humanos los que no los podemos comprender, y se debe a que no todos tienen ese sentido desarrollado por cuestiones de niveles de conciencia, eso le contó una vez una mariposa blanca que se posó en su hombro para tener una charla muy profunda de lo inmenso que es nuestro universo, ella le puso como nombre «Pureza» y como apellido «del Alma». Pureza se le aparecía a Aurora cada vez que estaba en situaciones difíciles, en tristeza, duelo o angustia, era la persona precisa para pedirle un consejo; ¡oh, oh! Persona no, era el animal más sutil que podía darle un mensaje de aliento en esos momentos donde el alma se ensucia, ahí llegaba siempre Pureza, para dar las señales adecuadas para que Aurora tomara de nuevo el control.
En la mañana, después de haber tenido ese concierto maravilloso que proporcionan las aves, suele preparar su café lo saborea, se pone muy coqueta y se perfuma, tan dulce con su frangancia, un obsequio enviado desde Francia, que parece una miel, donde las abejas se le acercan para recordarle de su dulzura. Se incorpora a su jornada como todos los días, y recordó por un momento, donde me contó; que un jueves al salir de su casa, se subió a su auto colorado y arrancó vía al lugar donde suele pasar la mayor parte del día; la oficina.
Ese día encontró a las afueras, en el estacionamiento, antes de entrar a su trabajo, que estaba un perro blanco y pardo atropellado por un vehículo azul desconocido, lo encontró con su mirada perdida y triste, con sus patas fracturadas. Ella perdió su dulzura y su pureza y le dijo al perro muy iracunda: ¿Cómo un humano puede tener un estado de animalidad superior al de un verdadero ser del reino animal? ¿Cómo es posible que te hirió y te maltrató y se fue a la fuga?¿Por qué huyó y no te rescató? Icaro, así le puso Aurora como nombre al perro, le respondió: ¿Será que la humanidad ha involucionado a la era del Pithecanthropus Erectus y que van por la vida sin raciocinio? Así dicen de nosotros Aurora, pero ¿sabes? los animales por nacimiento no hacemos daño si no nos atacan, en cambio el hombre si, no les importa destruir una familia, un sentimiento, un hogar, la dignidad, no les importa llevarse por el medio a nadie sin importarles las consecuencias, mira lo que me acaba de pasar a mí con ese Pithecanthropus, ni le importó si mi vida estaba en riesgo, ni mi dolor. En ese momento de la conversación entre Icaro y Aurora, llegó Pureza y les dijo: «Tengan calma, esto que acaba de pasar es para que ustedes puedan abrir su conciencia de que todos en el universo entero somos diferentes, unos dañan y otros ayudan, y sí es cierto, un humano que hace daño de esa forma como el que te atropelló no es más que un ser sin alma, sin conciencia y sin escrúpulos, desde la sabiduría que me han dado mis alas, les recomiendo que dejen que la vida se encargue del hombre mono, y ustedes dos sigan siendo almas nobles, buenas y con conciencia en evolución.
Justo en ese momento llegaron los proteccionistas de animales, e hicieron las curas al perro, al cual adoptó Aurora y lo hizo parte de su hogar.
Una tarde se fueron a caminar Icaro y ella por la quebrada y se encontraron un torrencial aguacero, en la quebradita se estaban bañando un hombre y su familia, y empezó a crecer el caudal del agua y se desbordó, iba con mucha corriente el agua, la cual se llevó a esa familia con su furia. Icaro, ya estaba recuperado de sus fracturas y se sumergió a las aguas para salvar a esa familia, los rescató a todos, cuando llegaron a tierra segura, el hombre de la familia vió al perro y a la dueña, se despidieron sin ningún tipo de agradecimiento.
Él, su esposa e hijos se montan ya sanos y salvos en un auto azul con rayas rojas, donde Icaro se da cuenta que el que manejaba, era aquel Pithecanthropus Erectus que lo había dejado casi al borde de la muerte. Se acercó la mariposa y les dijo, amores míos han actuado con «Pureza del Alma». La animalidad es un estado del ser y no de la raza.
Y los tres; el perro, Aurora y Pureza aprendieron a volar juntos, la conciencia y la sabiduría les había otorgado las alas.