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Tótem (por Anastacia López Navarro)

La tribu  Ak Na’, basaba su existencia en un ritual de nacimientos periódicos durante los cataclismos lunares. Cada 14 años nacía un niño con cualidades extraordinarias que sufriría cambios físicos, espirituales y psicológicos que lo convertirían en el nuevo guía de la comunidad en la que nacía.

Aquel niño, sería el guerrero más poderoso de su pueblo, la conjunción inusual de dos lunas, le otorgaría todas las virtudes al momento de nacer. 

De aquella nación, Ak Na’ era la única tribu que gozaba de ese privilegio, lo que la hacía una de las más prominentes de la región.

Llegado el día, nació el trigésimo tercer niño, quien regiría los destinos de su pueblo.  Nadie sospechaba que otras tribus, conspiraban para robarles el don que sus dioses les habían otorgado por haber cumplido con todas las tareas físicas y espirituales asignadas por sus ancestros.

En aquella isla existían creencias muy arraigadas respecto a la idea de que cada quien nacía signado por un animal y su elemento, de acuerdo a esto, su vida sería regida por las características más resaltantes de aquel que le tocara en suerte.

Asimismo, las fases de la luna favorecían las condiciones del medio ambiente para el momento de la llegada del nuevo miembro de la familia y la aldea.

El Jefe supremo, consagraba los amuletos o tótems que acompañarían al recién nacido durante toda su vida y determinaría su lugar y funciones en la tribu.

De esta manera, la organización social de aquel pueblo estaba establecida de acuerdo a los diferentes clanes, conformados según el animal y el elemento que los regía.

Los de la tierra, araban y cultivaban los campos, también eran férreos guardianes,  fuertes, hábiles cavadores y constructores. Las imágenes que los representaban eran osos, lobos, caballos, búfalos. Amurallaban y protegían su región. 

Los del agua, cuyos tótems eran especies marinas, controlaban las mareas y la lluvia, sus símbolos les otorgaban poderes especiales, como el desarrollo de branquias durante el tiempo que necesitaban estar sumergidos. Eran ágiles y veloces nadadores.  También cuidaban a sus embarcaciones de los peligros del mar.

Las imágenes de aves, acompañaban a quienes controlaban el aire.  Soplaban las velas de las embarcaciones, sobrevolaban el espacio. Inspiraban los sueños reveladores. Y cambiaban la dirección de las enfermedades.

El clan del  fuego determinaba la purificación, el renacimiento, el calor que da vida y destruye. Tigres, leones, dragones, salamandras y la mítica ave fénix, eran los símbolos que acompañaban a quienes también eran la luz del conocimiento.

Durante siglos, los hombres de aquella aldea nacían en los tiempos destinados para su llegada. Pero aquella noche, el cataclismo en el ciclo lunar hizo que dos  lunas coincidieran en un mismo instante, justo cuando  Eluney, estaba trayendo al mundo al pequeño Anam, lo que le otorgó el don de poseer todas las virtudes.

Su cuerpo fue expulsado en medio de una noche fulgurante; su llanto fuerte y estruendoso como un aullido, hizo brillar la luz de la luna llena  que luego quedó atravesada por la curva de un cuarto menguante agudo, produciendo una densa oscuridad.

El clan del fuego trajo sus antorchas para iluminar el lugar y vieron con horror  que el niño ya no estaba, Todos acudieron al centro de la aldea donde el jefe supremo organizaba cuadrillas que buscarían por aire, tierra y mar al pequeño.  Si no lograban encontrarlo se rompería el ciclo vital y la tribu perecería al morir sus líderes.

El jefe aire había volado hasta la  tienda del patriarca y le había susurrado en sueños que aquella noche nacería un niño con todas las habilidades reunidas en él. La conjunción de dos lunas iba a signar su destino y el de su tribu, convirtiéndola en la más próspera y poderosa de aquella región. 

Por su parte, los raptores trasladaron al niño envuelto en una manta de cielo para confundirlo con la noche.  Fue llevado a la cueva de marfil en el centro de la montaña de los corales dorados, la cual emergía de las aguas del mar silente y era custodiada por remolinos de viento que avivaban una hoguera alrededor del pequeño. 

Debía permanecer confinado durante 3 edades atávicas para poder ser despojado de su esencia y orígenes.

Anam tenía que ser encontrado antes de que alcanzara los 21 años, porque justo en ese momento, su cuerpo desaparecería  ya que no habría podido experimentar la transformación de los procesos emocionales y sensaciones de la adolescencia a la adultez por estar aislado y su alma quedaría en un limbo, susceptible a ser robada por otra tribu a la cual se le traspasarían los atributos y virtudes del joven guerrero. 

Esto truncaría sin remedio el renacimiento de su nación.

En los años siguientes, dos cataclismos lunares fueron eclipses de luna roja en la que los niños virtuosos nacieron muertos. 

El jefe aire entró de nuevo en el sueño profundo del supremo guía y le indicó que en la luna 273 perderían la oportunidad de rescatar a Anam.

En la penúltima luna, el cuerpo del joven se estremeció sobre la piedra de cristal donde reposaba, su madre había perdido la esperanza y murió al lanzarse al río una noche de luna menguante.

Las lágrimas del joven rodaron por sus mejillas y agrietaron aquel mineral sobre el cual había permanecido inmóvil durante años. El don de poseer todas las virtudes fue la clave para su rescate porque esto lo conectó con cada clan.

Su llanto guío al clan del agua que convertido en peces llegó a aquel lugar, aquellas lágrimas en la tierra abrieron zanjas que marcaban el camino recorrido por los raptores. Los guerreros fuegos convertidos en ágiles tigres atravesaron y treparon las montañas que los separaban de Anam y las fuertes alas de las águilas del clan aire, congelaron los remolinos  para que los peces apagaran el fuego.

Un silencio se apoderó de aquel lugar y de la cueva salió una luz resplandeciente. Flotando dentro de una burbuja de agua un joven con una piedra brillante en la mano, cayó de pie sobre la tierra  y emitió un fuerte rugido que detuvo el tiempo.

Mientras tanto, en la aldea, el Jefe supremo hizo arder la zarza y levantó sobre su cabeza a la tortuga sagrada del tiempo para celebrar el regreso del salvador de su pueblo. A quien guiaría sabiamente hasta el momento de su partida.

Los otros pueblos fueron extinguidos por el fuego y las grandes inundaciones que fuertes huracanes produjeron como castigo divino por haber robado el corazón de la tribu Ak Na’.

A los 33 años, Anam celebró la ceremonia del renacimiento en la que tras entregar el alma de su maestro a la madre tierra, iniciaba un proceso de decantación de la consciencia para conectar con lo espiritual, regresar al amor de la familia y convertirse en el guía de los siguientes protectores de su nación.

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Publicado por Escritosoriginalesmanu

Hija, esposa, madre, docente de ❤ escritora en proceso, amante de la naturaleza, confío en un cambio intrínseco de la humanidad

2 comentarios sobre “Tótem (por Anastacia López Navarro)

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